La historia es, al final, la que nos sabemos, o la que creemos que es. Y en el caso de la historia del cine mexicano, jamás había visto una película tan triste como lo es El Infierno, de Luis Estrada.
Es triste no por su argumento, el cual no me parece ajeno a los titulares de los diarios o a las imágenes de los noticieros televisivos. No. Me parece triste por su tremenda oportunidad; porque muestra con una simpleza insuperable lo torcido de la sociedad mexicana desde las entrañas.
Estrada tuvo mucha capacidad para adentrarse en ese mundo del narco en el que todos los mexicanos somos especialistas, pero el cual pocos retratan de forma tan lúcida. Nos recuerda que lo único que quieren los mexicanos es vivir bien -lo que sea que eso signifique-, y tanto las personas con las riendas del país como las instituciones supuestamente creadas para dar seguridad social se pierden en su propia búsqueda del vivir bien.
Somos un país de instituciones rebasadas por una sociedad hambrienta de todo, por ciudadanos que desean poseer casi todo lo que ven que existe y lo que creen que va a existir.
Es triste escuchar a Chalino Sánchez, el cantante de corridos asesinado que en mi niñez logró emocionarme con sus historias de héroes descolocados, personas que desafían todo contexto social. Son vidas desaprovechadas por el México expulsor que sólo tiene ojos para sus consentidos.
Es la película más triste porque me recuerda que me tocó vivir un tiempo muy oscuro de la historia de México. A estas alturas habría preferido vivir la Revolución, al menos ahí se buscaba algo. Acá no. Acá son los balazos sin la causa, la vida no vale nada.
El legado de la época que nos tocó vivir es que en México los problemas se resuelven a lo bruto, a lo idiota.
Vaya pues mi reconocimiento a la película más triste de la historia del cine mexicano. Palmas para Estrada y su gente.
Foto: cartel de El Infierno.
domingo, septiembre 05, 2010
jueves, julio 08, 2010
La manta de Vizcarra y los tacos Gobernador
Crónica publicada en El Universal el 7 de julio.
A las 19:00 horas del domingo 4 de julio salió a festejar. Los periodistas casi no lo dejaban caminar; los simpatizantes, que se contaban por decenas, sonreían con sinceridad, se abrazaban y parecían ver la gloria. No bastaba con uno, ni dos, había tres conjuntos musicales amenizando en la explanada de las oficinas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Culiacán, Sinaloa.
El todavía candidato llegó hasta un estrado enmarcado por una manta que tenía escrita la leyenda "Ganamos". "¡Aquí está el Gobernador electo de Sinaloa!", gritó un dirigente priísta del estado, presentando con extremo júbilo a Jesús Vizcarra Calderón. Los fotógrafos, camarógrafos, reporteros y simpatizantes se arremolinaron en torno a él, tanto, que la manta ya no cupo, se arrugó y ya no pudo aparecer en las fotografías.
"No hay duda -pensaba cualquiera al ver ese escenario- Vizcarra ganó". Lo que no sabían los seguidores del candidato priísta era que, en el hotel Lucerna, media hora antes, Mario López Valdez "Malova", había entrado a un salón repleto de periodistas -más que los que acompañaban a Vizcarra-, quienes ya habían escuchado los rumores: "cuatro puntos arriba Malova", "que Vizcarra ya corrió a su coordinador de campaña", "no, era su coordinador de prensa".
A Malova le brillaban los ojos, su mirada era la de quien llega a casa, tranquilo y seguro. La misma mirada que tenía cuando, seis horas antes, dijo que no podía dar cifras, pero ofreció a los reporteros invitarlos a comer tacos Gobernador.
En la mañana, a las 8:45 del mismo domingo, en una casilla ubicada junto a un canal al poniente de Culiacán, Vizcarra no quiso responder si estaba listo para ganar. Se le veía sonriente, como siempre, pero se rehusó a contestar si se sentía ganador. Quizá desde ahí comenzó todo.
Mientras afuera de las oficinas del PRI Vizcarra escuchaba los ritmos de tres bandas que le tocaban, simpatizantes de Malova se concentraron afuera de la Catedral. No eran muchos, pero con las banderolas que cargaban parecían una multitud.
Más tarde, en el Consejo Estatal Electoral (CEE) de Sinaloa la mesura era una constante, el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) no arrojaba datos todavía, pero llamó la atención que la primer acta computada le diera 200 votos a Malova, contra 146 de Vizcarra.
Para las 22:00 hrs. el presidente del Senado, el perredista Carlos Navarrete, hablaba ya de una ventaja irreversible con el 25 por ciento de las actas registradas, mientras en otra área del Lucerna los abrazos para Malova seguían llegando en paquete.
El escenario no era así para Vizcarra. A las 23:00 hrs. las personas que antes gritaban de felicidad en las oficinas del PRI habían desaparecido. Reporteros, sólo uno. La manta de Vizcarra estaba sola, unas luces la acompañaban.
Al día siguiente, cuando la autoridad electoral había anunciado ya la ventaja de Malova, un señor le gritaba a otro que fuera a las oficinas priístas. "Están dando café y galletas en el PRI pa' que vayan a llorar con ellos", reía el señor que hacía rabiar al otro.
Entonces, el ambiente en la sede priísta era todavía más lúgubre, poca gente entraba y salía del edificio. Donde un día antes la gente del PRI celebraba, ya no había nadie. Y más importante aun, la manta de Vizcarra ya no estaba.
Fotos: Válek Rendón. La manta de Vizcarra en la explanada de las oficinas del PRI en Culiacán, Sinaloa, el domingo 4 de julio.
miércoles, julio 07, 2010
“La gente está muy dividida”
Crónica publicada en El Universal el 4 de julio, día de los comicios en Sinaloa para elegir gobernador, diputados y ayuntamientos.
“Está muy parejo, la gente está muy dividida”, me dice el hombre que conduce a mi destino, de nombre Alberto. En la capital de Sinaloa, Culiacán, está nublado, pero el calor que ronda los 30 °C se siente apenas baja uno la ventanilla.
“Pues Sinaloa siempre ha sido priísta -continua platicándome el taxista- aquí es el PRI, pero ahora quién sabe porque los otros también son del mismo partido, nomás que se pasaron al PAN”. Las patrullas de la policía municipal, de modelo muy reciente, se dejan ver a cada instante por las calles de una de las ciudades más violentas de México.
“Pero no me haga caso, yo tengo seis meses aquí en Culiacán, yo vivía en Arizona”, me toma confianza Alberto, de piel blanca, delgado, cabello dorado pero escaso y, según me contó más tarde, de 52 años de edad y separado de su esposa, quien vive en California. “Yo lo que veo es que pierda quien pierda ninguno lo va a aceptar -hace una pausa, sonríe-, van a decir que fue fraude”.
Llama la atención la presencia de pendones propagandísticos prácticamente en cada poste de las calles por las que pasamos, tanto de Jesús Vizcarra -PRI, PVEM y Nueva Alianza- como de Mario López Valdez ‘Malova’ -PAN, PRD y Convergencia-. El sol ya no se ve, pero apenas se acerca uno al Consejo Estatal Electoral (CEE), autoridad encargada de organizar los comicios de este domingo, se percibe el ambiente propio de cuando algo importante está por suceder.
Afuera, la seguridad es discreta, y adentro hay personal preparando el área de prensa, reporteros de una televisora se aprestan a hacer un enlace desde la sala donde, muy probablemente, mañana por la noche se anuncie quién lleva la delantera en la carrera por el gobierno del estado.
“El que gane, da lo mismo”, me dice un señor que atiende una carreta convertida en taquería. “Para ellos será bueno si ganan, pero ¿a nosotros qué? Para nosotros todo sigue igual”, comenta el hombre, de bigote ancho, con gesto duro.
Toda la familia trabaja ahí. Además del señor están la madre y dos de sus hijos, adolescentes. “Deme una quesadilla, pero morrita, no traigo mucha hambre”, solicita un cliente. “Lo bueno es que el lunes ya vamos a descansar -interviene la señora en la conversación mientras su esposo corta la carne- día y noche anuncios en la televisión, mensajes por celular, hablan por teléfono a la casa, n’ombre es una barbaridad”, me dice, molesta.
“Desde las seis de la mañana están hablando por teléfono”, comenta uno de los hijos. El padre interrumpe sus movimientos con el cuchillo, alza la mirada hacia mí. “Eso ya es una falta de respeto ¿no cree? Y son máquinas que lo despiertan a uno nomás pa’ decirle por quién votar”, me platica el señor.
“Yo tengo conocidos -dice el mismo hijo- que les dan 200 pesos por llevar una hoja llena de teléfonos celulares. Fácil me han llegado unos 15 mensajes”. ¿Y tú les diste tu número de teléfono? “Sí, pues por hacerle el paro a los amigos”, cuenta el muchacho ojiverde, mientras sirve un agua de cebada.
El ayudante de la taquería, un hombre de unos 45 años edad, moreno, robusto, de más de 1.80 metros de alto, añade convencido: “pues aquí es el PRI, pero fíjate, los mismos priístas dicen que quien gane, va a ganar por muy poco. Y es raro porque la misma gente que votó por Vizcarra para la Presidencia Municipal de Culiacán, priístas de hueso colorado, ahora andan con Malova y con el PAN”.
¿Y usted quién cree que va a ganar?, cuestiono al jefe de la familia, quien me responde preguntándome lo mismo, esta vez asomando una sonrisa. “Luego se pelean -comenta la señora- muchachillas y muchachos ¿eh?, aquí nos ha tocado escuchar cómo agarran pleito a gritos porque unos apoyan a uno y otros al otro. Se apasionan”, dice.
En Culiacán nadie se atreve a dar por ganador a algún candidato. En lo único que los culichis coinciden es en el deseo de que ya concluya este proceso electoral y, aún más importante, en que los sinaloenses están muy divididos. “Pues que gane el mejor para Sinaloa”, dice la señora, a lo que su esposo responde “¿Y cuál es ese?”.
Foto: Válek Rendón. El centro de Culiacán, el domingo 4 de julio poco antes de la medianoche.
“Está muy parejo, la gente está muy dividida”, me dice el hombre que conduce a mi destino, de nombre Alberto. En la capital de Sinaloa, Culiacán, está nublado, pero el calor que ronda los 30 °C se siente apenas baja uno la ventanilla.
“Pues Sinaloa siempre ha sido priísta -continua platicándome el taxista- aquí es el PRI, pero ahora quién sabe porque los otros también son del mismo partido, nomás que se pasaron al PAN”. Las patrullas de la policía municipal, de modelo muy reciente, se dejan ver a cada instante por las calles de una de las ciudades más violentas de México.
“Pero no me haga caso, yo tengo seis meses aquí en Culiacán, yo vivía en Arizona”, me toma confianza Alberto, de piel blanca, delgado, cabello dorado pero escaso y, según me contó más tarde, de 52 años de edad y separado de su esposa, quien vive en California. “Yo lo que veo es que pierda quien pierda ninguno lo va a aceptar -hace una pausa, sonríe-, van a decir que fue fraude”.
Llama la atención la presencia de pendones propagandísticos prácticamente en cada poste de las calles por las que pasamos, tanto de Jesús Vizcarra -PRI, PVEM y Nueva Alianza- como de Mario López Valdez ‘Malova’ -PAN, PRD y Convergencia-. El sol ya no se ve, pero apenas se acerca uno al Consejo Estatal Electoral (CEE), autoridad encargada de organizar los comicios de este domingo, se percibe el ambiente propio de cuando algo importante está por suceder.
Afuera, la seguridad es discreta, y adentro hay personal preparando el área de prensa, reporteros de una televisora se aprestan a hacer un enlace desde la sala donde, muy probablemente, mañana por la noche se anuncie quién lleva la delantera en la carrera por el gobierno del estado.
“El que gane, da lo mismo”, me dice un señor que atiende una carreta convertida en taquería. “Para ellos será bueno si ganan, pero ¿a nosotros qué? Para nosotros todo sigue igual”, comenta el hombre, de bigote ancho, con gesto duro.
Toda la familia trabaja ahí. Además del señor están la madre y dos de sus hijos, adolescentes. “Deme una quesadilla, pero morrita, no traigo mucha hambre”, solicita un cliente. “Lo bueno es que el lunes ya vamos a descansar -interviene la señora en la conversación mientras su esposo corta la carne- día y noche anuncios en la televisión, mensajes por celular, hablan por teléfono a la casa, n’ombre es una barbaridad”, me dice, molesta.
“Desde las seis de la mañana están hablando por teléfono”, comenta uno de los hijos. El padre interrumpe sus movimientos con el cuchillo, alza la mirada hacia mí. “Eso ya es una falta de respeto ¿no cree? Y son máquinas que lo despiertan a uno nomás pa’ decirle por quién votar”, me platica el señor.
“Yo tengo conocidos -dice el mismo hijo- que les dan 200 pesos por llevar una hoja llena de teléfonos celulares. Fácil me han llegado unos 15 mensajes”. ¿Y tú les diste tu número de teléfono? “Sí, pues por hacerle el paro a los amigos”, cuenta el muchacho ojiverde, mientras sirve un agua de cebada.
El ayudante de la taquería, un hombre de unos 45 años edad, moreno, robusto, de más de 1.80 metros de alto, añade convencido: “pues aquí es el PRI, pero fíjate, los mismos priístas dicen que quien gane, va a ganar por muy poco. Y es raro porque la misma gente que votó por Vizcarra para la Presidencia Municipal de Culiacán, priístas de hueso colorado, ahora andan con Malova y con el PAN”.
¿Y usted quién cree que va a ganar?, cuestiono al jefe de la familia, quien me responde preguntándome lo mismo, esta vez asomando una sonrisa. “Luego se pelean -comenta la señora- muchachillas y muchachos ¿eh?, aquí nos ha tocado escuchar cómo agarran pleito a gritos porque unos apoyan a uno y otros al otro. Se apasionan”, dice.
En Culiacán nadie se atreve a dar por ganador a algún candidato. En lo único que los culichis coinciden es en el deseo de que ya concluya este proceso electoral y, aún más importante, en que los sinaloenses están muy divididos. “Pues que gane el mejor para Sinaloa”, dice la señora, a lo que su esposo responde “¿Y cuál es ese?”.
Foto: Válek Rendón. El centro de Culiacán, el domingo 4 de julio poco antes de la medianoche.
viernes, junio 18, 2010
Me quedé sin habla
Ni el rumor de los autos que no cesa, ni la euforia que andaba sobre Insurgentes cantando una victoria que al final no es nuestra, ni una catástrofe ambiental, ni las injusticias vueltas ley en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) me quitaron el habla como me la quitó enterarme de la muerte de José Saramago.
Qué superfluo, me dirán algunos, pero lo cierto es que me quedé sin habla porque ese hombre, portugués, fue capaz de explorar visiones literarias que muy pocos se habían atrevido siquiera a asomar. Sus diálogos sin puntos y aparte, sin comillas, donde la jefa es la coma, su jugueteo con lo que implica una letra más y otra menos.
Ahí está, es público, Saramago es un grande, uno de esos raros que en 300 años seguirán vivos, uno de los que gozan el privilegio de convertirse en inmortales gracias a sus palabras -aunque seguramente él me diría que no, que todas las personas, toda la humanidad, somos nada comparados con lo que existe más allá de nuestro egocentrismo, ahí está la muerte como prueba-.
Es una pena que ya nunca más se firmarán libros de ese calibre en Lanzarote. Vaya Saramago, vaya en paz, que hiciste más magia de la que te correspondía.
Foto: José de Sousa Saramago murió en su casa de Lanzarote a los 87 años de edad.
Qué superfluo, me dirán algunos, pero lo cierto es que me quedé sin habla porque ese hombre, portugués, fue capaz de explorar visiones literarias que muy pocos se habían atrevido siquiera a asomar. Sus diálogos sin puntos y aparte, sin comillas, donde la jefa es la coma, su jugueteo con lo que implica una letra más y otra menos.
Ahí está, es público, Saramago es un grande, uno de esos raros que en 300 años seguirán vivos, uno de los que gozan el privilegio de convertirse en inmortales gracias a sus palabras -aunque seguramente él me diría que no, que todas las personas, toda la humanidad, somos nada comparados con lo que existe más allá de nuestro egocentrismo, ahí está la muerte como prueba-.
Es una pena que ya nunca más se firmarán libros de ese calibre en Lanzarote. Vaya Saramago, vaya en paz, que hiciste más magia de la que te correspondía.
Foto: José de Sousa Saramago murió en su casa de Lanzarote a los 87 años de edad.
lunes, mayo 31, 2010
Falta el segundo round
Uno de mis mejores amigos, colombiano, antioqueño de nacimiento, me platicó hace años su primera experiencia con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y los grupos paramilitares creados para combatir a los rebeldes.
Era un niño, acababa de terminar de jugar -no recuerdo qué, quizá no me lo dijo-, uno de sus amigos y él se sentaron en la banqueta, a descansar y platicar, coincidentemente ambos tenían la mirada clavada en el asfalto. Entonces escucharon algo cercano a una pelea, mi amigo se irguió para alcanzar a ver qué sucedía. Justo al levantar su cabeza se escuchó un tiro. Volteó y encontró a su amigo con el cuerpo tendido en el piso que antes miraba, le pegaron justo en la sien. Lo mataron y no hubo culpables, no hubo justicia institucional. Sólo un niño muerto.
La curiosidad salvó a mi amigo, quien me dejó saber cuánto han sufrido en Colombia por las FARC, sus crímenes y sus “vacunas”. Por su calidez humana siempre he querido para los colombianos lo mismo que quiero para los mexicanos. Y a mí me gustaría que en México tuviéramos un Presidente comprometido con un cambio social a través de la educación.
Esa oportunidad la tienen en Colombia en este momento, Antanas Mockus, quien aspira a suceder a Álvaro Uribe en la Presidencia colombiana, es un hombre que siendo alcalde de Bogotá logró transformar la manera en que los habitantes de esa capital interactúan. Mockus representa la posibilidad de un gobierno con un enfoque centrado en la rehabilitación social mediante estrategias pedagógicas, lo cual puede erradicar en el largo plazo a la guerrilla y a los paramilitares.
Sin embargo, en las elecciones de ayer perdió -y por más de 20 puntos- ante el candidato que hace no mucho fue ministro de Defensa de Uribe, Juan Manuel Santos. Lo cual significa que en Colombia ganó el miedo: el miedo a las FARC, el miedo a Hugo Chávez, el miedo a un gobernante con principios de Parkinson.
Seguramente a mi amigo no le parecerá bien mi apoyo a Mockus -no pasa nada, parce, al fin que yo no voto-. Pero es imposible no señalar que una vez más los militares derrotaron a la esperanza de tener pueblos mejor educados, más humanos. Aun así esto no ha terminado, el 20 de junio se verá, cuando venga el segundo round…
Foto: Un mimo señala a un conductor que está obstruyendo el paso peatonal. Esta política fue adoptada por Mockus durante sus gestiones como alcalde de Bogotá.
Era un niño, acababa de terminar de jugar -no recuerdo qué, quizá no me lo dijo-, uno de sus amigos y él se sentaron en la banqueta, a descansar y platicar, coincidentemente ambos tenían la mirada clavada en el asfalto. Entonces escucharon algo cercano a una pelea, mi amigo se irguió para alcanzar a ver qué sucedía. Justo al levantar su cabeza se escuchó un tiro. Volteó y encontró a su amigo con el cuerpo tendido en el piso que antes miraba, le pegaron justo en la sien. Lo mataron y no hubo culpables, no hubo justicia institucional. Sólo un niño muerto.
La curiosidad salvó a mi amigo, quien me dejó saber cuánto han sufrido en Colombia por las FARC, sus crímenes y sus “vacunas”. Por su calidez humana siempre he querido para los colombianos lo mismo que quiero para los mexicanos. Y a mí me gustaría que en México tuviéramos un Presidente comprometido con un cambio social a través de la educación.
Esa oportunidad la tienen en Colombia en este momento, Antanas Mockus, quien aspira a suceder a Álvaro Uribe en la Presidencia colombiana, es un hombre que siendo alcalde de Bogotá logró transformar la manera en que los habitantes de esa capital interactúan. Mockus representa la posibilidad de un gobierno con un enfoque centrado en la rehabilitación social mediante estrategias pedagógicas, lo cual puede erradicar en el largo plazo a la guerrilla y a los paramilitares.
Sin embargo, en las elecciones de ayer perdió -y por más de 20 puntos- ante el candidato que hace no mucho fue ministro de Defensa de Uribe, Juan Manuel Santos. Lo cual significa que en Colombia ganó el miedo: el miedo a las FARC, el miedo a Hugo Chávez, el miedo a un gobernante con principios de Parkinson.
Seguramente a mi amigo no le parecerá bien mi apoyo a Mockus -no pasa nada, parce, al fin que yo no voto-. Pero es imposible no señalar que una vez más los militares derrotaron a la esperanza de tener pueblos mejor educados, más humanos. Aun así esto no ha terminado, el 20 de junio se verá, cuando venga el segundo round…
Foto: Un mimo señala a un conductor que está obstruyendo el paso peatonal. Esta política fue adoptada por Mockus durante sus gestiones como alcalde de Bogotá.
miércoles, abril 07, 2010
Días de locura
Toda persona, toda institución, todo ente que figure en la vida de alguien, tiene días en los que pierde la razón. El problema es que ya llevamos un par de semanas desde que periodistas, directivos de medios de comunicación y autoridades judiciales entraron en un estado de locura grupal.
Periódicos, televisoras y radiodifusoras derrochan espacios, recursos humanos y materiales para contar los pormenores de la historia de una niña que primero desapareció, y luego “apareció”, pero muerta en su casa y se sospecha de los padres. El hecho es trágico, sí, pero no más que las decenas de asesinatos que suceden a diario en todo el país.
El origen de este fenómeno mediático está en los actores relacionados con el acontecimiento, quienes están dispuestos a contar con lágrimas inexistentes hasta de qué lado de la cama dormía quién. La idea errónea que tienen los padres de la niña sobre la función de los medios de comunicación es la que los invita a llevar su proceso judicial y personal a los noticieros que ellos tienen por más vistos.
Los medios periodísticos que creen firmemente en un tratamiento de la información equiparable a un reality show también son responsables de los días de insania que vivimos. A varios de ellos, desde el punto de vista judicial, se les podría presumir de responsables o copartícipes en el supuesto asesinato de la niña; por mencionar un ejemplo, a quienes reportearon desde el cuarto donde a la postre se encontró el cuerpo sin vida.
Y si a este amasijo le añadimos un Procurador de justicia cuyo criterio le dicta que lo mejor es hacer su investigación desde foros televisivos y cabinas radiofónicas, nos resulta una sociedad confundida, sin esperanza de tener algún día un sistema judicial decente. Al llevar el proceso a la televisión, el procurador mexiquense, Alberto Bazbaz -o el procurador “Babas”, como se le conoce ya- renunció a su cargo y se lo entregó a la sociedad, cuyos miembros ahora deciden, un día sí y un día no, quién es culpable según su canal informativo de preferencia.
Nada está en su lugar: ni medios, ni sociedad, ni indiciados, ni sistema judicial. Esos son los días de locura que vivimos.
Ya entrados...
...en cuestiones de la mente, Julio Scherer publicó el pasado domingo en la portada de Proceso su foto con Ismael “El Mayo” Zambada -la cual le tomaron después de una entrevista-. Algunos colegas le llaman loco, otros, los que admiramos al periodista, esperamos que haya algo más de fondo, porque lo que publicó de su plática con uno de los capos más poderosos del mundo, quedó a deber.
En la foto, el procurador de Justicia del estado de México, Alberto Bazbaz.
Periódicos, televisoras y radiodifusoras derrochan espacios, recursos humanos y materiales para contar los pormenores de la historia de una niña que primero desapareció, y luego “apareció”, pero muerta en su casa y se sospecha de los padres. El hecho es trágico, sí, pero no más que las decenas de asesinatos que suceden a diario en todo el país.
El origen de este fenómeno mediático está en los actores relacionados con el acontecimiento, quienes están dispuestos a contar con lágrimas inexistentes hasta de qué lado de la cama dormía quién. La idea errónea que tienen los padres de la niña sobre la función de los medios de comunicación es la que los invita a llevar su proceso judicial y personal a los noticieros que ellos tienen por más vistos.
Los medios periodísticos que creen firmemente en un tratamiento de la información equiparable a un reality show también son responsables de los días de insania que vivimos. A varios de ellos, desde el punto de vista judicial, se les podría presumir de responsables o copartícipes en el supuesto asesinato de la niña; por mencionar un ejemplo, a quienes reportearon desde el cuarto donde a la postre se encontró el cuerpo sin vida.
Y si a este amasijo le añadimos un Procurador de justicia cuyo criterio le dicta que lo mejor es hacer su investigación desde foros televisivos y cabinas radiofónicas, nos resulta una sociedad confundida, sin esperanza de tener algún día un sistema judicial decente. Al llevar el proceso a la televisión, el procurador mexiquense, Alberto Bazbaz -o el procurador “Babas”, como se le conoce ya- renunció a su cargo y se lo entregó a la sociedad, cuyos miembros ahora deciden, un día sí y un día no, quién es culpable según su canal informativo de preferencia.
Nada está en su lugar: ni medios, ni sociedad, ni indiciados, ni sistema judicial. Esos son los días de locura que vivimos.
Ya entrados...
...en cuestiones de la mente, Julio Scherer publicó el pasado domingo en la portada de Proceso su foto con Ismael “El Mayo” Zambada -la cual le tomaron después de una entrevista-. Algunos colegas le llaman loco, otros, los que admiramos al periodista, esperamos que haya algo más de fondo, porque lo que publicó de su plática con uno de los capos más poderosos del mundo, quedó a deber.
En la foto, el procurador de Justicia del estado de México, Alberto Bazbaz.
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lunes, marzo 08, 2010
La maquiladora social
Se frota las manos. ¿Tonces qué mi comandante? ¿Vamos a ver a las maquilocas? El hombre de unos 45 años, entrecano y de 1.80 metros de estatura cuestiona a su amigo. Su interlocutor sólo sonríe. Quiénes son las maquilocas, le pregunto. Es que pusieron unas maquiladoras aquí en Acuña y las pinchis viejas que trabajan ahí son re-vagas, ¿verdad comandante? ¿Por qué? ¿qué hacen? No pues pasas por ahí y te agarran ahí abajo. Y se ríen las cabronas, dijo.
La conversación anterior la tuve hace unas semanas con un servidor público de
Ciudad Acuña, Coahuila, allá en esa frontera desesperanzada que tanto ha inspirado a los cineastas gringos que creen que eso es México.
La historia de las empleadas de maquilas que me platicó aquel hombre es la misma que he escuchado acerca de las llamadas muertas de Juárez. Que son mujeres de tacones veloces a quienes les gusta ir de una almohada a otra. Como si eso justificara el asesinato de cientos de mujeres. Si se aplicara esa premisa para todos, un muy alto porcentaje de los hombres serían maquilocos cuyas aventuradas costumbres los harían merecedores de un castigo que lleva a la tumba.
Entonces las maquilocas no existen, le dije al servidor público. Claro que sí, son vagas, si quieres te llevo, me contestó. Me quedé callado, no pude decirle nada más para no entorpecer el trabajo que estaba haciendo, me quedé con ganas de responderle que lo que sí hay es una maquiladora social que reproduce mentes incapaces de entender que la época de los griegos antiguos terminó, que las mujeres no son -y nunca han sido- seres cuya única cualidad tiene que ver con el sexo.
En la foto, trabajadoras de una maquila.
La conversación anterior la tuve hace unas semanas con un servidor público de
Ciudad Acuña, Coahuila, allá en esa frontera desesperanzada que tanto ha inspirado a los cineastas gringos que creen que eso es México.
La historia de las empleadas de maquilas que me platicó aquel hombre es la misma que he escuchado acerca de las llamadas muertas de Juárez. Que son mujeres de tacones veloces a quienes les gusta ir de una almohada a otra. Como si eso justificara el asesinato de cientos de mujeres. Si se aplicara esa premisa para todos, un muy alto porcentaje de los hombres serían maquilocos cuyas aventuradas costumbres los harían merecedores de un castigo que lleva a la tumba.
Entonces las maquilocas no existen, le dije al servidor público. Claro que sí, son vagas, si quieres te llevo, me contestó. Me quedé callado, no pude decirle nada más para no entorpecer el trabajo que estaba haciendo, me quedé con ganas de responderle que lo que sí hay es una maquiladora social que reproduce mentes incapaces de entender que la época de los griegos antiguos terminó, que las mujeres no son -y nunca han sido- seres cuya única cualidad tiene que ver con el sexo.
En la foto, trabajadoras de una maquila.
lunes, marzo 01, 2010
El hurto
Todo lo señala a él. Se lo llevan preso por ladrón, por apropiarse de una bolsa de pañales de forma ilegal en un supermercado. Esa es la lógica social: no has de tomar lo que no has ganado ni pagado; pero la lógica humana parece decirnos que hay excepciones, que dejen al hombre cambiarle el pañal sucio a su hijo o hija, quizá eso aminore la desdicha producida por el terremoto de 8.8 grados que despertó a Chile el sábado pasado.
Tampoco se trata de atizar el ambiente de ilegalidad que por momentos parece vencer a la razón en la ciudad de Concepción, pero si no hay personal encargado de abrir tiendas, si no hay alguien que cobre los productos deseados, no se puede sino pedirle al gobierno chileno que deje de hurtarle los visos de bienestar que encuentran los chilenos afectados.
De hecho, el robo más significativo es otro: el del gobierno chileno haciéndole creer al mundo que todo estaba bajo control, rechazando en un principio ayuda internacional y luego pidiéndola, lo que retrasó la llegada de equipos de rescate, productos y alimentos por lo menos un día. Y para alguien desesperado, un día equivale a mucho más que veinticuatro horas.
En Haití mucha gente que perdió la vida el 12 de enero de este año no murió por los efectos del terremoto de siete grados, en realidad falleció de pobreza. Esa poderosa precariedad que ensancha todos los problemas. Conocedores de su realidad, los funcionarios haitianos inmediatamente solicitaron ayuda; el gobierno chileno, en cambio, quiso aparentar que el bienestar alcanzado en una de las economías latinoamericanas con mejor desempeño era capaz de vencer las calamidades de uno de los sismos más potentes de la historia hasta ahora registrada.
Al de la foto, a ese que lo dejen llevarse los pañales ultra absorbentes. El verdadero hurto es el otro, el tiempo perdido provocado por el orgullo del gobierno chileno. Unos minutos tarde bastan para que la cifra de muertos se incremente en un cien por ciento, como sucedió ayer.
Foto de AP tomada de la BBC. Un hombre es detenido por los carabineros en la ciudad de Concepción, Chile.
Tampoco se trata de atizar el ambiente de ilegalidad que por momentos parece vencer a la razón en la ciudad de Concepción, pero si no hay personal encargado de abrir tiendas, si no hay alguien que cobre los productos deseados, no se puede sino pedirle al gobierno chileno que deje de hurtarle los visos de bienestar que encuentran los chilenos afectados.
De hecho, el robo más significativo es otro: el del gobierno chileno haciéndole creer al mundo que todo estaba bajo control, rechazando en un principio ayuda internacional y luego pidiéndola, lo que retrasó la llegada de equipos de rescate, productos y alimentos por lo menos un día. Y para alguien desesperado, un día equivale a mucho más que veinticuatro horas.
En Haití mucha gente que perdió la vida el 12 de enero de este año no murió por los efectos del terremoto de siete grados, en realidad falleció de pobreza. Esa poderosa precariedad que ensancha todos los problemas. Conocedores de su realidad, los funcionarios haitianos inmediatamente solicitaron ayuda; el gobierno chileno, en cambio, quiso aparentar que el bienestar alcanzado en una de las economías latinoamericanas con mejor desempeño era capaz de vencer las calamidades de uno de los sismos más potentes de la historia hasta ahora registrada.
Al de la foto, a ese que lo dejen llevarse los pañales ultra absorbentes. El verdadero hurto es el otro, el tiempo perdido provocado por el orgullo del gobierno chileno. Unos minutos tarde bastan para que la cifra de muertos se incremente en un cien por ciento, como sucedió ayer.
Foto de AP tomada de la BBC. Un hombre es detenido por los carabineros en la ciudad de Concepción, Chile.
jueves, enero 07, 2010
Dejando la almohada
Tengo un amigo al que alguna vez le leí que todas las revoluciones empiezan en la almohada. Y no le creí. Hasta hoy, que veo con gusto que entre la sociedad mexicana empieza a cuajar una lucha contra un gobierno ciego ante los intereses de la mayoría de los mexicanos.
En Facebook, miles de mexicanos se agrupan para exigir la renuncia del Presidente que no ha hecho lo suficiente para contrarrestar los efectos de la recesión global –la economía china crecerá nueve por ciento este año, la brasileña cinco, mientras que la mexicana seguirá en su ya favorito tres por ciento luego de decrecer siete por ciento en 2009-; piden que se vaya quien ha llevado a la imagen de México en el exterior a su peor nivel en décadas. Pero quizá lo más importante es que la suma de sus acciones han producido una descomposición social en el país de la que tardaremos bastante tiempo en recuperarnos. En este grupo no hay banderas –aunque no faltan los oportunistas-. Es, simplemente, una iniciativa de ciudadanos expresando su voluntad.
Ya hace algunos años me había convencido de que las revoluciones en el México de la época que me tocó vivir no se darían por la vía armada, pero tampoco pude vislumbrar cómo serían esas guerras férreas en las que grupos vastos de individuos se vuelven uno para alcanzar el éxito compartido. Ahora lo sé. La respuesta está en los lazos virtuales que, aunque poco perceptibles en primera instancia, pueden lograr que se tumbe el impuesto especial a Internet que intentaron poner los legisladores hace unos meses, y pueden impulsar una denuncia oficial sobre un irresponsable homofóbico que tiene un micrófono y una cámara enfrente, sólo por mencionar dos ejemplos recientes.
Los nuevos revolucionarios están cansados. Cansados de que sus dirigentes no se cansen de errar en cada decisión que toman. Cansados de un gobierno indiferente e irracional que responde a balazos en lugar de educar a su gente.
Se propusieron juntar un millón de mexicanos en treinta días, hasta el momento, a catorce días de que venza el plazo, han reunido 90 mil adeptos. Quizá el medio no es el mejor -Facebook no aloja ni la quinta parte de quienes desean que Calderón renuncie-, pero, por el momento, sí es el canal de mayor alcance donde es posible expresar esta voluntad.
Es cierto, juntar un millón de voces no es fácil. Pero el primer paso está dado. La revolución ya dejó la almohada.
Si te gustó este post, da click aquí y vota por este blog en la categoría de Weblogs en español en los premios THE BOBs.
Imagen tomada de A que en 30 días juntamos 1,000,000 que quiere que renuncie Calderón.
En Facebook, miles de mexicanos se agrupan para exigir la renuncia del Presidente que no ha hecho lo suficiente para contrarrestar los efectos de la recesión global –la economía china crecerá nueve por ciento este año, la brasileña cinco, mientras que la mexicana seguirá en su ya favorito tres por ciento luego de decrecer siete por ciento en 2009-; piden que se vaya quien ha llevado a la imagen de México en el exterior a su peor nivel en décadas. Pero quizá lo más importante es que la suma de sus acciones han producido una descomposición social en el país de la que tardaremos bastante tiempo en recuperarnos. En este grupo no hay banderas –aunque no faltan los oportunistas-. Es, simplemente, una iniciativa de ciudadanos expresando su voluntad.
Ya hace algunos años me había convencido de que las revoluciones en el México de la época que me tocó vivir no se darían por la vía armada, pero tampoco pude vislumbrar cómo serían esas guerras férreas en las que grupos vastos de individuos se vuelven uno para alcanzar el éxito compartido. Ahora lo sé. La respuesta está en los lazos virtuales que, aunque poco perceptibles en primera instancia, pueden lograr que se tumbe el impuesto especial a Internet que intentaron poner los legisladores hace unos meses, y pueden impulsar una denuncia oficial sobre un irresponsable homofóbico que tiene un micrófono y una cámara enfrente, sólo por mencionar dos ejemplos recientes.
Los nuevos revolucionarios están cansados. Cansados de que sus dirigentes no se cansen de errar en cada decisión que toman. Cansados de un gobierno indiferente e irracional que responde a balazos en lugar de educar a su gente.
Se propusieron juntar un millón de mexicanos en treinta días, hasta el momento, a catorce días de que venza el plazo, han reunido 90 mil adeptos. Quizá el medio no es el mejor -Facebook no aloja ni la quinta parte de quienes desean que Calderón renuncie-, pero, por el momento, sí es el canal de mayor alcance donde es posible expresar esta voluntad.
Es cierto, juntar un millón de voces no es fácil. Pero el primer paso está dado. La revolución ya dejó la almohada.
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