jueves, abril 30, 2009

Nuestro cactus


Lo que parece lastimarnos es a veces lo que nos salva. Como en un desierto los cactus, dañinos en apariencia, te dan agua y te alimentan. Y de igual forma, la llamada “influenza porcina” puede servir para reestructurar el sistema de salud mexicano y mundial.

De 6 mil millones de personas que hay en la Tierra, cada año unas 100 millones son arrastradas a la pobreza debido a los altos costos de la atención médica, según la Organización Mundial de la Salud –que no cuenta a quienes se mueren sin llegar siquiera a conocer a un médico–. Hace 31 años, en Kazajstán, los países miembros de la ONU se comprometieron a lograr la cobertura global de servicios sanitarios. Pura palabrería. ¿A quién le importa hablar de salud universal cuando tenemos Mercedes-Benz y Audis tan bonitos por las calles? Es porque no está in discutir lo importante, lo que nos mantiene vivos.

Al final, en este desierto, estamos solos. Después de los hijos, de los padres, hermanos, de la novia, del novio, esposa o esposo. Más allá de todo, estamos solos. Por eso somos personas separadas, individuos. Pero el raciocinio es un don escaso y hay que aprovecharlo para reconocer que, al mismo tiempo, hay situaciones imposibles de solucionar de forma solitaria, como son las relacionadas con la salud. De ahí la necesidad de garantizarle a todos, todos, la atención médica, tanto preventiva como hospitalaria.

Si por precaución he de ponerme el tapanariz en la soledad de la ciudad, lo haré sin rezongar, pero a la boca, a las ideas, ni el miedo ni la fatalidad debe bloquearlas, hasta que todas las personas, sin distinciones de nada, tengan acceso a servicios de salud de calidad. Tal vez ese objetivo sea lo que nos ayude a transitar por este desierto... tal vez ese sea nuestro cactus.



Foto de Marco Ugarte/AP. Imagen del viernes 24 de abril en el metro de la ciudad de México.

Por Válek Rendón

jueves, abril 23, 2009

Desarrollado y sexy


Se abre la puerta del avión. Tiene la mano izquierda lastimada, lo llevan esposado y le pusieron un overol azul. Lo flanquean seis guardias de seguridad, pero él sonríe para los fotógrafos. Sus dientes contrastan con la negrura de su piel y de su situación. Parece no entender qué pasa. “Si eres encontrado culpable pasarás el resto de tu vida en la cárcel”, le informan. Entonces comprende y cambia la sonrisa por lágrimas incontenibles.

aaaAbdi Wali Abdulqadir Muse es un somalí de 15 años que fue trasladado a Nueva York el martes pasado para ser juzgado por piratería –la original, la marítima–. El 8 de abril, junto con otros tres somalíes, este corsario secuestró en el océano Índico un carguero de bandera estadounidense, el Maersk Alabama. Pidieron 2 millones de dólares para liberar el navío. Cuatro días después la US Navy los rodeó y, mientras negociaban el rescate con Abdi Wali, los francotiradores mataron a los otros tres piratas.

aaaPienso en el caso de este adolescente y lo asocio con las imágenes de niños somalíes víctimas de la hambruna. En Somalia el ingreso per cápita es de 600 dólares al año, ocupa la posición 190 según la CIA, de un total de 195 naciones. Tierra olvidada, devastada por la pobreza alimentaria. De ahí que en ese país muchos estén optando por el lucrativo negocio de secuestrar barcos. Pero Gran Bretaña, EU, Alemania, Italia y hasta China –maestros de la piratería moderna– tienen naves militares en la costa somalí para erradicar el mal.

aaaEs verdad que la carencia no justifica el afectar a otros, pero el mundo desarrollado y sexy sufre de Alzheimer: el Reino Unido se hizo rico con la piratería, saqueando las embarcaciones españolas repletas de lo que éstos a su vez robaban de América; los italianos exprimieron algunas regiones de África; los alemanes también; y los gringos le han robado la vida a millones mediante la explotación laboral. Se les olvidó que ellos para convertirse en gente "civilizada" hurtaron –y lo siguen haciendo– por todo el mundo sin control alguno.

aaa¿Quién es responsable por la pobreza en ese país africano? De 1884 a 1941, el 75 por ciento del territorio de Somalia fue una colonia italiana; el otro 25 por ciento fue colonizado por los británicos, desde 1884 hasta que Somalia logró su independencia en 1960. Italia y el Reino Unido se fueron sin pedir perdón. Mientras este niño somalí llora en un juzgado de EU, uno no hace sino pensar que en lugar de pelear por eliminar la piratería somalí, el mundo rico debería empezar por reparar los daños que le han hecho a los habitantes de Somalia. Quizá, si ya lo hubieran hecho, Abdi Wali en lugar de ser un pirata sería un habitante más de un país desarrollado y sexy.


Los otros piratas…
A los de The Pirate Bay (da clic aquí para ver el artículo), la corte de Estocolmo resolvió meterlos un año al bote y deben pagar una multa de tres millones y medio de dólares.
Foto de Manoocher Deghati/AFP/Getty Images. Víctimas de la hambruna en Somalia, 1993.

Por Válek Rendón

jueves, abril 16, 2009

Si hubiéramos sabido


Hace muchos años, allá por abril del 2009, un estudio del Banco Mundial advirtió que, de continuar el cambio climático, el 85% de la agricultura mexicana desaparecería. Como todos sabemos, sucedió. Buena parte de la biodiversidad del país murió también. Esos dos o tres grados centígrados de más nos cambiaron la vida para siempre, e hicimos muy poco por evitarlo.

Recuerdo con claridad que, unas semanas antes de publicarse aquella investigación reveladora y poco atendida, una organización no gubernamental convocó a no utilizar cualquier tipo de energía contaminante durante 60 minutos un sábado. Era algo meramente simbólico, es verdad, pero desde ahí pudimos constatar cuán concientes estaban las personas de los efectos del cambio climático. Muy pocos participaron.

¿En qué ayuda que yo deje de utilizar energía contaminante por una hora? Escuché decir muchas veces por aquella lejana época a mis vecinos de entonces, los alemanes. Ni siquiera en el mal llamado "primer mundo" se interesaban. Y así se fueron uniendo las personas medianas de todo el planeta, una a una sumándose a la inacción, a la irresponsabilidad. Con la certeza de que son incapaces de hacer nada por nada.

Si yo tuviera la oportunidad, regresaría en el tiempo, y haría mi parte para intentar –aunque sea intentar– que más y más personas comprendieran que nuestro estilo de vida está destruyendo la vida de verdad. Si tan solo hubiéramos sabido en aquel abril del 2009.
Foto de 20minutos.es. Una campesina mexicana cosechando.
Por Válek Rendón

jueves, abril 09, 2009

Día de campo


Entonces, miles y miles murieron. A veces el cielo se cae sobre las personas sin que entendamos todavía las razones ni los verdaderos efectos. Otros muchos, también entonces, comenzaron a vivir en la calle o en camiones. El hombre les platicaba lo anterior sobre el terremoto de 1985 en México, sus interlocutores lo miraron afligidos, como sintiendo la dificultad y el dolor de las víctimas. Eso fue el sábado pasado por la noche.

Para el lunes, como si fuera cosa de invocación o de artes ocultas, un terremoto de 6.3 grados en la escala de Richter mató –según se sabe hasta hoy– 283 personas en la zona central de Italia. A los miles de sobrevivientes les queda la desolación de perderlo todo y tres preguntas sin respuesta real: por qué en ese momento, por qué a esas personas, por qué en ese lugar.

Entonces, sonriente, sale un tal Silvio Berlusconi –el Carlos Slim de Italia pero con más poder porque es también el gobernante de ese país– y declara: Las víctimas del terremoto deberían ver esto como un fin de semana de campo, tienen todo lo que necesitan, medicinas y comida caliente. Ah qué Silvio, camina tranquilo sobre el agua mientras algunos entierran al familiar muerto.

En México, cuando el temblor del 85 estaba en su apogeo e intentábamos escapar de la casa, uno de mis hermanos se enredó con el cable del teléfono, tuvieron que cortar el inoportuno alambre para liberarlo. Funcionó a la perfección y, por ello, estoy pensando en mandar las mismas tijeras a Italia para que también ellos se libren, pero de su brillante Primer Ministro.

Quien no lo ha vivido no sabe, imagínate juntar los cuerpos de las víctimas de un terremoto, dijo el mismo hombre que hablaba del cielo en el suelo dos días antes del sismo en Italia. Y, en definitiva, el tal Silvio no sabe ni imagina nada. Un terremoto es todo, menos un día de campo.

El récord...
A la lista de oportunistas hay que agregar a quien se lleva el récord, Diana Patricia González Soto. A las 11:54 tomó protesta como diputada local en Coahuila y 26 minutos después pidió licencia… quiere ser diputada federal.
Foto de Reuters. Sobrevivientes del terremoto en L´Aquila, Italia
Por Válek Rendón

jueves, abril 02, 2009

Oportunistas


"Pues ojalá puedas agarrar un hueso", dice mucha gente para referirse al éxito laboral. Como si fuéramos perros. Y quizá de ahí viene la expresión porque, de acuerdo a sus acciones, mucha gente sí podría considerarse más cercana al comportamiento canino que al humano.

Gabriela Cuevas, hasta hace dos días delegada en Miguel Hidalgo, botó la encomienda para la cual la eligieron los habitantes de esta demarcación en el Distrito Federal. ¿Y por qué? Pues porque ahora quiere ser diputada federal. Una oportunista más sin vocación de servicio público. Nada más.

Y de esos abundan. Carlos Hermosillo, el grandote de Cerro Azul, es otro –ahora entiendo por qué aquel portero de apellido Comizzo le abrió la cabeza de una patada–. Tomó protesta como Director de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) hace poco más de dos años y la intención era que, siendo él deportista, estuviera en el cargo seis años y transformara al deporte mexicano. Los abrazos y las pláticas sobre el futuro del deporte en México del 6 de diciembre del 2006 pueden ya echarse a la basura, también renunció hace dos días para buscar ser diputado federal. Otros dos años perdidos para el deporte mexicano por la falta de compromiso.

¿Otro ejemplo? Ana Guevara. Dejó el Instituto del Deporte del Distrito Federal para intentar ser delegada en Miguel Hidalgo. Va veloz tras su hueso.

Debería existir una ley sobre esto. Que los funcionarios públicos, a la hora de jurar el cargo, firmaran lo que van a hacer durante su mandato, y de no cumplirlo en cierto tiempo, a la calle y sin derecho a buscar otro puesto público en por lo menos un año –pues está probada su ineficacia–. La falta de mecanismos legales provoca que estemos llenos de oportunistas, servidores públicos a los que no les interesa servir al pueblo. Ellos lo único que quieren, lo que añoran... es un hueso.

Foto de Allsport UK /Allsport. Carlos Hermosillo vistiendo la camiseta de la Selección Nacional de México.
Por Válek Rendón