Crónica publicada en El Universal el 4 de julio, día de los comicios en Sinaloa para elegir gobernador, diputados y ayuntamientos.
“Está muy parejo, la gente está muy dividida”, me dice el hombre que conduce a mi destino, de nombre Alberto. En la capital de Sinaloa, Culiacán, está nublado, pero el calor que ronda los 30 °C se siente apenas baja uno la ventanilla.
“Pues Sinaloa siempre ha sido priísta -continua platicándome el taxista- aquí es el PRI, pero ahora quién sabe porque los otros también son del mismo partido, nomás que se pasaron al PAN”. Las patrullas de la policía municipal, de modelo muy reciente, se dejan ver a cada instante por las calles de una de las ciudades más violentas de México.
“Pero no me haga caso, yo tengo seis meses aquí en Culiacán, yo vivía en Arizona”, me toma confianza Alberto, de piel blanca, delgado, cabello dorado pero escaso y, según me contó más tarde, de 52 años de edad y separado de su esposa, quien vive en California. “Yo lo que veo es que pierda quien pierda ninguno lo va a aceptar -hace una pausa, sonríe-, van a decir que fue fraude”.
Llama la atención la presencia de pendones propagandísticos prácticamente en cada poste de las calles por las que pasamos, tanto de Jesús Vizcarra -PRI, PVEM y Nueva Alianza- como de Mario López Valdez ‘Malova’ -PAN, PRD y Convergencia-. El sol ya no se ve, pero apenas se acerca uno al Consejo Estatal Electoral (CEE), autoridad encargada de organizar los comicios de este domingo, se percibe el ambiente propio de cuando algo importante está por suceder.
Afuera, la seguridad es discreta, y adentro hay personal preparando el área de prensa, reporteros de una televisora se aprestan a hacer un enlace desde la sala donde, muy probablemente, mañana por la noche se anuncie quién lleva la delantera en la carrera por el gobierno del estado.
“El que gane, da lo mismo”, me dice un señor que atiende una carreta convertida en taquería. “Para ellos será bueno si ganan, pero ¿a nosotros qué? Para nosotros todo sigue igual”, comenta el hombre, de bigote ancho, con gesto duro.
Toda la familia trabaja ahí. Además del señor están la madre y dos de sus hijos, adolescentes. “Deme una quesadilla, pero morrita, no traigo mucha hambre”, solicita un cliente. “Lo bueno es que el lunes ya vamos a descansar -interviene la señora en la conversación mientras su esposo corta la carne- día y noche anuncios en la televisión, mensajes por celular, hablan por teléfono a la casa, n’ombre es una barbaridad”, me dice, molesta.
“Desde las seis de la mañana están hablando por teléfono”, comenta uno de los hijos. El padre interrumpe sus movimientos con el cuchillo, alza la mirada hacia mí. “Eso ya es una falta de respeto ¿no cree? Y son máquinas que lo despiertan a uno nomás pa’ decirle por quién votar”, me platica el señor.
“Yo tengo conocidos -dice el mismo hijo- que les dan 200 pesos por llevar una hoja llena de teléfonos celulares. Fácil me han llegado unos 15 mensajes”. ¿Y tú les diste tu número de teléfono? “Sí, pues por hacerle el paro a los amigos”, cuenta el muchacho ojiverde, mientras sirve un agua de cebada.
El ayudante de la taquería, un hombre de unos 45 años edad, moreno, robusto, de más de 1.80 metros de alto, añade convencido: “pues aquí es el PRI, pero fíjate, los mismos priístas dicen que quien gane, va a ganar por muy poco. Y es raro porque la misma gente que votó por Vizcarra para la Presidencia Municipal de Culiacán, priístas de hueso colorado, ahora andan con Malova y con el PAN”.
¿Y usted quién cree que va a ganar?, cuestiono al jefe de la familia, quien me responde preguntándome lo mismo, esta vez asomando una sonrisa. “Luego se pelean -comenta la señora- muchachillas y muchachos ¿eh?, aquí nos ha tocado escuchar cómo agarran pleito a gritos porque unos apoyan a uno y otros al otro. Se apasionan”, dice.
En Culiacán nadie se atreve a dar por ganador a algún candidato. En lo único que los culichis coinciden es en el deseo de que ya concluya este proceso electoral y, aún más importante, en que los sinaloenses están muy divididos. “Pues que gane el mejor para Sinaloa”, dice la señora, a lo que su esposo responde “¿Y cuál es ese?”.
Foto: Válek Rendón. El centro de Culiacán, el domingo 4 de julio poco antes de la medianoche.
Val¡¡¡¡ esta de lujisimo¡¡¡¡ neta, la narrativa, es como si estuvieras en un cuento y un cuento que es mas que ficcion.
ResponderBorrarabrxs
Piter