Tengo un amigo al que alguna vez le leí que todas las revoluciones empiezan en la almohada. Y no le creí. Hasta hoy, que veo con gusto que entre la sociedad mexicana empieza a cuajar una lucha contra un gobierno ciego ante los intereses de la mayoría de los mexicanos.
En Facebook, miles de mexicanos se agrupan para exigir la renuncia del Presidente que no ha hecho lo suficiente para contrarrestar los efectos de la recesión global –la economía china crecerá nueve por ciento este año, la brasileña cinco, mientras que la mexicana seguirá en su ya favorito tres por ciento luego de decrecer siete por ciento en 2009-; piden que se vaya quien ha llevado a la imagen de México en el exterior a su peor nivel en décadas. Pero quizá lo más importante es que la suma de sus acciones han producido una descomposición social en el país de la que tardaremos bastante tiempo en recuperarnos. En este grupo no hay banderas –aunque no faltan los oportunistas-. Es, simplemente, una iniciativa de ciudadanos expresando su voluntad.
Ya hace algunos años me había convencido de que las revoluciones en el México de la época que me tocó vivir no se darían por la vía armada, pero tampoco pude vislumbrar cómo serían esas guerras férreas en las que grupos vastos de individuos se vuelven uno para alcanzar el éxito compartido. Ahora lo sé. La respuesta está en los lazos virtuales que, aunque poco perceptibles en primera instancia, pueden lograr que se tumbe el impuesto especial a Internet que intentaron poner los legisladores hace unos meses, y pueden impulsar una denuncia oficial sobre un irresponsable homofóbico que tiene un micrófono y una cámara enfrente, sólo por mencionar dos ejemplos recientes.
Los nuevos revolucionarios están cansados. Cansados de que sus dirigentes no se cansen de errar en cada decisión que toman. Cansados de un gobierno indiferente e irracional que responde a balazos en lugar de educar a su gente.
Se propusieron juntar un millón de mexicanos en treinta días, hasta el momento, a catorce días de que venza el plazo, han reunido 90 mil adeptos. Quizá el medio no es el mejor -Facebook no aloja ni la quinta parte de quienes desean que Calderón renuncie-, pero, por el momento, sí es el canal de mayor alcance donde es posible expresar esta voluntad.
Es cierto, juntar un millón de voces no es fácil. Pero el primer paso está dado. La revolución ya dejó la almohada.
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Imagen tomada de A que en 30 días juntamos 1,000,000 que quiere que renuncie Calderón.
¿Te cae? mmmmmmmmmmm
ResponderBorrarAlgo de la odiada derecha estadounidense.
http://www.amconmag.com/larison/2010/01/07/revolutions-dont-just-happen/