Las miradas teatrales abundaron en la capilla tres del lugar, las actitudes arribistas fueron moneda corriente. Hace diez días, durante el velorio de Sergio Ortiz -quien es señalado como el líder de la banda de secuestradores que mató a Fernando Martí- abundó gente deseosa de parecer rica para esconder su pobreza.
Lo que menos importaba era el cuerpo o el alma de aquel hombre de valores puestos en duda, sus deudos estaban más ocupados en su presentación ante los fotógrafos y los videoreporteros. ¿Se alcanzará a ver en la tele el logo de Chanel de mi bolso?
Faltando a toda regla de oportunidad periodística, escribo sobre algo que sucedió hace más de una semana porque creo haber comprobado entonces las razones del secuestro en México. Éste tiene poco que ver con la natural desigualdad social generada por las estructuras vigentes o con la necesidad económica, el secuestro en México está más ligado a los sueños de vivir como se cree que viven los supuestos dueños del mundo; está más relacionado a una falta de autoanálisis que no le permite a muchas personas entender por qué sienten deseos desmedidos de ser admirados, por qué sienten ansia de que los volteen a ver, de pensarse mejores y más valiosos que los demás, sin importar que -en este caso y según las investigaciones del sistema judicial mexicano- esas bolsas Tous y Chanel -base de su confianza- se hayan obtenido a través del robo de vidas.
Yo no sé de cierto si el hombre era secuestrador o no, pero lo que sí le puedo reprochar es que haya reproducido dentro de su familia los antivalores que tanto dañan a la gente que vive en México, esos antivalores que producen secuestradores. Ya en otro artículo lo había mencionado, la máxima de esta gente es tener bienes materiales, no importa cómo ni a costa del sufrimiento de quién. El problema no es hacer dinero, sino cómo se hace. La cuestión no es la falta de educación, sino el enfoque que se le da a ésta. El asunto no es la escuela secundaria inconclusa de los mexicanos, sino que seamos un país educado por la televisión, los padres, los maestros y los amigos que buscan ser idealizados sobre cualquier cosa, antes que transmitir realidades.
Eso pasó hace diez días en la capilla tres de una funeraria al sur de la ciudad de México. Mientras tanto en la capilla uno, la capilla opuesta, el contrapeso se hizo presente: se realizaba el funeral de un caballero.
PARCERO LO QUE QUIEREN ES LUCAS PA COMPRAR LOS BOLSITOS COMO NO LES DA LA PLATICA TRAQUE QUE CHUPE EL VECINO DE LA CASA BONITA... QUE LACRA PERO ASI ES Y PA ALLA VAMOS, COMO DICEN HERMANO NO ENVIDIES TRABAJA.. PERO HAY UNOS CUANTOS QUE LES DA LOCHA Y TRABAJAN SECUESTRANDO PA GANASELA FACIL MI PEX...
ResponderBorrarSiempre me ha parecido paradójico y triste que la izquierda use el pseudo-argumento de que la pobreza causa violencia y secuestro sin darse cuenta del fascismo que encierra esa frase.
ResponderBorrarSólo para aclarar: mi comentario anterior no fue una crítica a Vale o a su post. Yo, de hecho, estoy a favor de su idea de que mi comentario anterior: estoy de acuerdo con la idea que la violencia no depende de las diferencias sociales sino de una escala de valores torcida. La violencia es un fenómeno bastante complejo como para hacer de la pobreza su única variable explicativa.
ResponderBorrarMi comentario iba en contra de ciertos sectores de la izquierda (y de la derecha) que hacen de la violencia una bandera política para justificar sus críticas al sistema.
En ese sentido, es encomiable que, como Vale lo pretende hacer en el blog, pasemos de las descalificaciones en meros términos ideológicos a un debate más complejo.