viernes, septiembre 28, 2012

Su futuro está en el pasado


Sigan empujando. Como lo hizo la clase acomodada del México de finales del siglo XIX. Su lógica dictaba: no importa sobre quién haya que pasar, las grandes fortunas personales se construyen empujando y explotando. Y así lo hicieron durante décadas con la ilusa esperanza de que nadie nunca se quejaría.

Los ataques raciales, sociales, económicos, armados, ideológicos y hasta espirituales se convirtieron en una constante. La calidad de vida de casi todos los mexicanos cayó a niveles infrahumanos y en muchos casos la muerte significaba –como relatan crónicas de la Revolución– el encuentro más feliz.

Los legisladores de entonces, conocidos como "los científicos", apretaron y los mexicanos, sin alternativas a la mano, sólo encontraron consuelo en la noche habitada por los nahuales. Hoy, un siglo después, el pueblo de México vuelve a estar en la misma posición, en una guerra abierta entre gobernantes y habitantes.

En el país, todos lo saben bien, gobierna el dinero. Gobiernan los grandes empresarios, la mayoría de ellos con aspiraciones vulgares de convertirse en un Carlos Slim chiquito. En las laptops de los dueños de las grandes empresas se escribió esta reforma laboral, no en otro lado. El presidente, los diputados y los senadores son los médiums del espíritu que de verdad manda en el país.

En el México de principios del siglo XX el gobierno traspasó las fronteras más elementales, el malestar escaló y con ello entró en vigor la máxima bélica: gana el que no se rinda… o el que sobreviva. A eso aspiran sin saberlo nuestros legisladores, pues empujan con las mismas técnicas, la guerra de clases se disfraza de legalidad con reformas hechas por los "representantes" del pueblo; creando así el fantasma de que la vergüenza es de la mayoría y no de unos cuantos, porque con la culpa siempre viene una resignación.

La ayuda para los casi 50 millones de mexicanos que viven con 60 pesos al día o menos no vendrá por órdenes de ningún Madero, pues el nieto es un "científico" consumado. Tampoco habrán bombardeos certeros, pues la División del Norte ahora es sólo una calle. La ayuda para México en esta época sólo vendrá de la conciencia colectiva y el sentido común que nos dice al oído que la equidad social es la única cura para un país donde la ilegalidad y la pobreza son lo cotidiano.

De aprobarse de forma definitiva como está la reforma laboral impulsada por el PRI y el PAN, será una muestra más de que México es huerto frondoso de pocos y tierra infértil de muchos. En esa reforma está la fábrica de pobres a los cuales les comprarán el voto en seis años.

El poder no conoce de razones hasta que otra fuerza se planta enfrente, justo como le ocurrió a "los científicos" de hace cien años; pero nuestros legisladores de historia saben poco o nada, por eso siguen empujando. Sigan empujando, su futuro está en el pasado.



Correos electrónicos de los diputados de la Comisión del Trabajo que votaron a favor de la reforma laboral que legaliza el abuso de los empresarios en contra de los trabajadores:
luis.aldana@congreso.gob.mx

patricia.araujo@congreso.gob.mx
marco.barba@congreso.gob.mx
juan.bueno@congreso.gob.mx
antonio.cuellar@congreso.gob.mx
jorge.delangel@congreso.gob.mx
patricio.flores@congreso.gob.mx
francisco.grajales@congreso.gob.mx
hector.gutierrez@congreso.gob.mx
karina.labastida@congreso.gob.mx
leticia.mendoza@congreso.gob.mx
abraham.montes@congreso.gob.mx
esther.quintana@congreso.gob.mx
marcelo.torres@congreso.gob.mx
alfredo.zamora@congreso.gob.mx
carlos.aceves@congreso.gob.mx
ricardo.pacheco@congreso.gob.mx
fernando.salgado@congreso.gob.mx
rafael.micalco@congreso.gob.mx
tomas.torres@congreso.gob.mx



Imagen de #YoSoy132Veracruz

lunes, septiembre 03, 2012

Más de uno


A uno siempre le gustaría que hubiera alguien con más agallas y trepara la valla. Alguien que no huyera de nada como lo hacemos los hombres. Alguien que no usara pretextos mundanos para decir que, justo en este instante, uno no puede hacer nada, pero si los tiempos fueran diferentes, otra cosa sería.


Uno sueña con que llegara un Zapata y lo pudiéramos identificar sin chistes, sin juegos sociales y sin esperar el tiempo de rigor ni a editores que nos dirían que el personaje que tenemos enfrente es un héroe. Sería ideal que un árbol nos dijera con las hojas quién será recompensado con vida eterna en los libros y con placas en las esquinas de los edificios que nadie ve.

Uno desearía que llegara el héroe o la heroína que trepara la valla, corriera entre la gente vestida de policía y entrara por la puerta principal para romper un papel que al final vale lo mismo que una piedra puntiaguda. Y que a partir de entonces el país cambiara de mirada, las montañas se pondrían guapas con cimas más blancas, los bosques se forrarían de verdes incomprensibles para el ojo humano y nuestros pueblos se llenarían de bienestar impostergable. Pero esto no es así, nadie cambia el rumbo de un país solo, sólo con desearlo.

Y es que es muy romántico imaginar que un otro –un auditor, una diosa, un magistrado, una hija o un jardinero, da igual– tomará a esa persona que uno cree equivocada y le hará ver la película del mundo como nosotros la vimos. Así, el que está parado del otro lado del andén tendrá un arranque que le dará el impulso suficiente para ponerse a salvo y cambiar de dirección. Y por fin nos montaremos en el mismo tren que, sin duda, luego vendrá de regreso con nosotros arriba.

A uno siempre le gustaría que llegara alguien que trepara la valla, pero esto sólo sucede en los libros de historia porque no es verdad, porque para cambiar a un país es necesario, siempre, más de uno.