Publicado en Educación a Debate el 5 de diciembre de 2011.
Que tengamos políticos incapaces de citar tres -al menos tres- libros que hayan marcado su vida es otro indicio de que la sociedad mexicana sufre severos problemas estructurales y funcionales.
¿Por qué están esas personas ahí si en su vida han leído nada que les demande un ejercicio intelectual? Muy sencillo, porque los mexicanos los dejamos. Así es como terminamos con gobernantes, legisladores y funcionarios que no aspiran a nada más que cumplir el sueño del mexicano millonario y poderoso que se siente por encima de los demás.
Enrique Peña Nieto y Ernesto Cordero, precandidatos a la Presidencia por el PRI y el PAN respectivamente, son una muestra clara de que el sistema educativo mexicano, en todos sus niveles, está formando gente a la cual no le interesa conocer otros mundos, otras formas de vivir. En suma, creamos individuos sin capacidad de sentir empatía.
Son un indicador de que tenemos políticos sin nada que les demande ser mejores individuos, no existe en ellos la curiosidad que emana de la crítica y la comprensión de otras realidades. Su espíritu no quiere vagar por el conocimiento, por el contrario, quiere quedarse atrapado en un mundo banal que les reconforta el cuerpo y les hace olvidar sus carencias.
Cuesta mucho aceptar que esta es la realidad de México, un país que quiere bienestar por la vía fácil, sin compromisos, sin esfuerzo personal o intelectual de ningún tipo. Ya Vicente Fox nos lo había adelantado: estamos ante la ignorancia vuelta autoridad.
Las preguntas relevantes son: ¿qué estamos haciendo hoy para que en las escuelas no se formen ciudadanos atolondrados y sin capacidad de razonamiento?, ¿podemos garantizar que los niños y jóvenes que están siendo educados, en este instante, en las aulas mexicanas serán ciudadanos con objetivos mucho más altos que acumular poder? No lo sé, pero en principio veo que no.
No hablaré en detalle del caso de la familia de Peña Nieto -que da muestras de que las nuevas generaciones no son más racionales que sus padres-, pero sí señalaré que las políticas de la Secretaría de Educación Pública (SEP) son una interpretación bastante pobre de la lectura como medio para adquirir conocimiento.
Y es que, de acuerdo con los Estándares Nacionales de Habilidad Lectora de la SEP, los niños que terminan primero de Primaria deben poder leer entre 35 y 59 palabras por minuto, en voz alta, poniendo “énfasis en que los niños y jóvenes comprendan lo que leen”.
En el papel suena bien, pero en la práctica estas medidas se han convertido en una carrera de rapidez, lo cual ha dejado de lado la comprensión, pues al final el número de palabras por minuto es lo único que se registra para determinar si un estudiante tiene “capacidad lectora”. “Con esos estándares, hasta en búlgaro saco 10”, me dijo un amigo.
Es cierto que la responsabilidad de que haya individuos ignorantes en posiciones de poder no es enteramente del sistema educativo mexicano, también influye la curiosidad del espíritu y el entorno social y familiar, es decir, la educación en el sentido amplio del concepto. Pero si las instituciones educativas hacen su papel de manera decorosa, la ignorancia vuelta autoridad dejará de existir. En algún momento.
Foto: Paula Walker