Publicado en Educación a Debate.
Elba Esther Gordillo, presidenta nacional del SNTE, se dirige a tomar su lugar, pero se le dificulta caminar, dice que tiene un esguince por probarse unos zapatos, una lesión “de vanidad”.
La maestra va lento, con cautela. Ante ello, el titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Alonso Lujambio, le tiende su brazo, del cual ella se cuelga y caminan juntos, como andan los novios hacia el altar.
Sin embargo, poco después se presentan señales encontradas. Apenas se sienta Gordillo a la mesa, el presidente Felipe Calderón mira al lado opuesto, parece no querer cruzar la mirada con ella.
El desayuno en el piso superior del Castillo de Chapultepec es privado, sólo están Calderón, su esposa Margarita Zavala, dirigentes de la SEP, la cúpula del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y un par de decenas de maestros invitados que incluyeron en la foto del recuerdo. En total no deben ser más de 60 personas.
Por fin, Elba Esther le comenta algo a Calderón, él responde que no y agita su mano derecha un poco antes de volver a encargarse del omelette con queso y los frijoles.
Entonces Lujambio interviene con una plática que, a la vista, provoca armonía en la mesa, quizá recuerda su discurso previo donde habló de transformar a México desde la educación. La tensión se libera y terminan el desayuno entre sonrisas discretas.
Ya en el acto oficial, en el Patio de Armas del Castillo, los invitados al desayuno se suman a algunas decenas más de maestros y a la prensa. Elba Esther toma el micrófono y asume un discurso en el que habla de encuentros y desencuentros con Lujambio, de la necesidad de mejorar la calidad de la educación en México y, viendo los ojos de Calderón, termina diciendo: estamos con usted, señor presidente.
Calderón, una vez en el estrado, le agradece. “Le tomo la palabra”, dice el mandatario al coincidir con Gordillo en la necesidad de una evaluación universal del magisterio mexicano.
Ahí, entre docentes, dirigentes sindicales y funcionarios, una maestra recibe una llamada telefónica, su celular tiene una calcomanía del partido Nueva Alianza en el dorso y es inevitable ligarlo a las palabras de otra profesora.
“Nosotros somos de la Sección 36… no es la más grande, pero sí la más fuerte, la más combativa políticamente”, me comentó la dirigente sindical del área circundante al Distrito Federal.
Los acuerdos y desacuerdos entre Calderón y Gordillo van y vienen, hoy tocan sonrisas. La maestra Elodia Cámara Canul -una de los seis galardonados con el premio Ignacio Manuel Altamirano- los puso de buenas al comenzar su discurso en maya.
Cuando se anuncia que el presidente Calderón cancelará un timbre postal por el Día del Maestro, Lujambio va hasta la silla de Gordillo Morales y la invita a subir también. Otra vez le tiende el brazo y le ayuda con su esguince “de vanidad”.
Mientras ella va despacio hasta el estrado, Calderón toma una tiza blanca, sonríe como niño travieso y escribe algo ilegible sobre uno de los dos pizarrones en los que se lee “Feliz Día del Maestro”. Los docentes presentes ríen, complacidos de que el presidente pruebe lo que es trabajar con las herramientas habituales del aula mexicana. “Es el gis, los materiales siempre son malos”, se escucha de una maestra.
Ante el contratiempo, Calderón toma otra tiza, ahora color azul, pero ésta tampoco deja su marca firme sobre el pizarrón. Y para colmo, el gis azul se parte por la mitad. ”Mmmm”, exclaman los maestros mientras el propio Calderón busca el pedazo faltante en el suelo.
Al final, con gran trabajo, Calderón deja ver que su intención era ponerle un diez de calificación a los maestros. Lástima que se le rompió la tiza.
Foto: Educación a Debate