Este gobierno te mata de hambre, pensó Luis Felipe Hernández. Eran poco después de las cinco de la tarde del viernes pasado. Otro día perdido, otro día sin nada para rescatar. Caminaba por los pasillos del Metro sin saber con exactitud hacia dónde ir. Esperaba la llegada del convoy y, como lo había planeado, quería externar su situación. “Pinche gobierno ratero”, rayó con plumón negro en la pared pálida del andén de la estación Balderas con dirección a Indios Verdes.
Víctor Manuel Miranda lo vio. En su faceta de policía, intentó detenerlo. Pero Luis Felipe estaba harto, de todo, de los empleadores que no lo emplean, del gobierno, de la autoridad, de la indiferencia del mundo que en sus 38 años de vida no ha descubierto sus talentos. Sacó su revolver calibre .38 y le disparó una vez a Víctor, éste le gritó que qué le pasaba, le pidió que se tranquilizara. Me tranquilizo verga, pensó Luis Felipe. Y le disparó otra vez, sin saber que la última imagen de su perseguido sería un triste intento de huida. Luis Felipe mató a Víctor Manuel.
¿Qué pasa? ¡¿Qué pasa?! Esteban Cervantes Barrera(*), un albañil que venía de trabajar y al que todavía le sobraba fuerza y valor para resolver su mundo inmediato, al ver el homicidio salió del vagón del Metro en que viajaba e intentó, siete veces, desarmar a Luis Felipe. Peleó como un león, pero no lo consiguió, hasta su suéter lo traicionó, le movió el piso. Se jugó sus siete vidas y ahí las perdió todas. De valientes están llenos los panteones, dicen los abuelos.
Cargando dos almas, Luis Felipe se metió al vagón del Metro. Mientras recargaba su pistola le decía a los demás pasajeros que no les haría nada, que era en nombre de dios, que el gobierno te mata de hambre y que rezaran. La semana pasada fueron Josmar y dios, ahora Luis Felipe y dios… ese dios se está convirtiendo en un criminal recurrente, y lo peor es que pocos saben dónde encontrarlo.
Pareciera que en años anteriores llegamos al límite de nuestro humanismo y hoy la teoría darwiniana va en retroceso: de animales a humanos, de humanos a animales.
Ahora los locos de alto impacto social están surgiendo una vez por semana. Ya lo dijo Roger Bartra, preocupan más los efectos sociales de la crisis financiera que la crisis misma. Pero nuestro sensibilísimo secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, sale a decir que con dos personas no se puede medir a un pueblo, lo cual es cierto, pero no está contando a los mil 647 individuos que han asesinado este año sólo en Ciudad Juárez, ni a las otras miles de muertes violentas que han ocurrido en todo el país desde que el gobierno corporativo tomó posesión. Insensible es poco. Tenemos un secretario de Gobierno vulgar que no sabe ni dónde vive, no es capaz de sentir a su sociedad.
El sociólogo Jürgen Habermas, a inicios de este mes, dijo que son los grupos más vulnerables los que están pagando la debacle del sistema y, por ende, son los más duramente afectados, lo cual es una “ignominiosa injusticia social”. De ahí viene el malestar de la sociedad, de ahí viene que a algunos sólo les quede buscar a un dios con ansias de vengarse de esas estructuras que no ofrecen ni oportunidad ni bienestar. Y en la televisión te bombardean con propaganda política esquizofrénica que se inventa un mundo que no existe.
Locos siempre ha habido, de hecho, todos lo hemos sido en más de una ocasión, pero de pronto surgen más y más criminales que producen efectos sociales severos. ¿A qué se debe? ¿Qué estamos haciendo para que esto sea así? ¿Qué debemos hacer para que sea diferente?
Al parecer las revueltas sociales se han transformado. Ya no es el grupo de personas reprimidas que se organiza y consigue armas para luchar contra un ente específico. Ahora las revoluciones son individuales y rápidas. También son efímeras, no llevan a ningún lado y se lucha contra quién sabe qué. De haber tenido otras condiciones de vida ¿Luis Felipe habría matado a Víctor y a Esteban? Probablemente no. ¿Entonces qué se necesita? ¿Otra revolución? No lo sé… no lo sé. Pero no me puedo quitar de la cabeza la conexión de los asesinatos de Luis Felipe con la pinta que originó el problema: pinche gobierno ratero.
Foto de AFP. Luis Felipe Hernández Castillo, afuera del Metro Balderas al ser arrestado.
*Nombre corregido el 19.09.2009. Escrito originalmente como Esteban Robles Barrera
sábado, septiembre 19, 2009
jueves, septiembre 10, 2009
La enseñanza del loco
¡Oye! ¿No sabes donde hay una bolsita? No. ¡Ah! Aquí hay una. Y la infló. Pero se le sale el aire. Sí mira, de aquí de la orilla se siente que tiene un hoyito. ¿Le puedes poner un poco de cinta de esa que traes en la mano? Me pidió y accedí. Yo no sabía. Aquella fue la primera y única vez que ayudé, involuntariamente, a un niño de 18 años a chemearse con pintura de acrílico. Yo pensé que lo de la bolsita era necesario para la decoración que estábamos haciendo. Ingenuo. Al niño se le veía en los ojos cómo su vida de arquitecto o abogado se le escapaba.
Recuerdo el asunto porque a un autodenominado ex drogadicto y ex alcohólico, de nombre José Mar Flores Pereyra, se le ocurrió secuestrar un avión el día nueve del mes nueve del noveno año del segundo siglo, según la cuenta a la que la mayoría obedecemos. El señor dice que Dios le habla. Que Cristo vendrá pronto. Que México es tierra sagrada. Y que él era el comisionado para evitar un terremoto catastrófico que sucedería en el país.
Dejando de lado la extraña coincidencia de que el hecho se da justo al día siguiente de que el gobierno federal anunciara alzas considerables a varios impuestos, a México entero le da por burlarse de un hombre que se robó la atención de todo el país con dos latas de jugo rellenas de tierra y "lucecitas". El evento, como tal, tiene su gracia, pero si sumo al muchacho de la bolsita, a “Josmar” y a los millones de adictos a drogas duras que tiene el mundo, me resultan muchos posibles secuestros de avión en el futuro, lo cual me quita la sonrisa.
Luego de su primera visita a México, Salvador Dalí ya nunca quiso regresar al país porque no concebía estar en un lugar más surreal que sus pinturas. Y es que aquí las enseñanzas vienen en forma de locura. Desde el cantante redentor que le sirve de simulacro terrorista a la Policía Federal, hasta el niño de 18 años que me enseñó que nunca hay que taparle los hoyos a las bolsas de plástico.
Foto Marco Ugarte / AP. Equipo especial de la Policía Federal tomando el avión que secuestró José Mar Flores.
Recuerdo el asunto porque a un autodenominado ex drogadicto y ex alcohólico, de nombre José Mar Flores Pereyra, se le ocurrió secuestrar un avión el día nueve del mes nueve del noveno año del segundo siglo, según la cuenta a la que la mayoría obedecemos. El señor dice que Dios le habla. Que Cristo vendrá pronto. Que México es tierra sagrada. Y que él era el comisionado para evitar un terremoto catastrófico que sucedería en el país.
Dejando de lado la extraña coincidencia de que el hecho se da justo al día siguiente de que el gobierno federal anunciara alzas considerables a varios impuestos, a México entero le da por burlarse de un hombre que se robó la atención de todo el país con dos latas de jugo rellenas de tierra y "lucecitas". El evento, como tal, tiene su gracia, pero si sumo al muchacho de la bolsita, a “Josmar” y a los millones de adictos a drogas duras que tiene el mundo, me resultan muchos posibles secuestros de avión en el futuro, lo cual me quita la sonrisa.
Luego de su primera visita a México, Salvador Dalí ya nunca quiso regresar al país porque no concebía estar en un lugar más surreal que sus pinturas. Y es que aquí las enseñanzas vienen en forma de locura. Desde el cantante redentor que le sirve de simulacro terrorista a la Policía Federal, hasta el niño de 18 años que me enseñó que nunca hay que taparle los hoyos a las bolsas de plástico.
Foto Marco Ugarte / AP. Equipo especial de la Policía Federal tomando el avión que secuestró José Mar Flores.
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